lunes, 16 de diciembre de 2013

EMAILS Y CURIOSOS





14 de octubre de 2007. 19.36 horas.

Asunto: Las palabras son como los rayos X si se usan apropiadamente lo atraviesan todo.

Ventisca, si eres como creo habrás abierto este email cuyo remitente no conoces, sólo por el “asunto”. Y como ya estás leyendo digo:
¡Hola!
Un saludo algo tardío, que puede parecer informal, pero te conozco desde hace tiempo, ya que sigo tu blog, ¿hará un año? ¿Tú me conoces a mí? Por ahora lo dejaremos en el aire.
Te escribo para proponerte algo. ¿Qué te parecería escribir un relato a medias conmigo? Empezaría uno la historia y a la semana siguiente el otro debe continuarla. ¿Te interesa?

Ahora es cuando te planteas tirar este email a la papelera, pero tengo un as guardado en la manga, para que sientas una pizca de curiosidad. Dame una oportunidad, sólo una. Y llegado el momento pondremos las cartas sobre la mesa y disiparé tu duda sobre mi verdadero rostro. ¿Qué me dices? ¿La curiosidad mató al gato? O ¿La curiosidad vence al miedo más fácilmente que el valor?
Espero tu respuesta.

Un saludo.
Darwin Bonaparte.
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21 de octubre de 2007. 21.43 horas.

Asunto: La curiosidad vence al miedo más fácilmente que el valor.

Buenas noches Darwin Bonaparte, o travieso paparazzi entrometido
Aquí me tienes, puntual como un reloj a la cita que, unilateralmente, acordaste. Debo decirte, querido fan online, que reconozco tu buen ardid al utilizar la frase de Aldous Huxley en tu primer contacto, ya que como escribiste, llamaste mi atención.
Pasando al meollo. Estoy de acuerdo con tu propuesta, pero tengo una condición. En cada email que reciba debes darme una pista sobre quién eres.
Antes de que te aplaudas a ti mismo (te concedo este género, puesto que fuiste tú quien eligió el nombre del personaje de “Un mundo feliz”, lo que me hace estar en guardia ante tu curiosa intromisión) quiero hacerte dos preguntas: ¿Qué sacas tú con todo esto? Y ¿Qué quieres que hagamos con el relato una vez que esté terminado?
Quedo a la espera de un nuevo email, dentro de ¿siete días?
Un saludo
“Ventisca”
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30 de junio de 2009. 16.40 horas

Asunto: Ya no es Un Mundo Feliz.

Querida Ventisca
Sé que estás enfadada, lo noto en cada palabra que me escribes, a pesar de que me prometiste que no lo harías. Fuiste tú quien me dijo que al ver como a una señora al subir a un autobús se le caía al asfalto, un zapato de tacón rojo, supiste que “ya no quedaban príncipes”. Yo tampoco lo soy. Te creíste al personaje, o me inventaste. Una imagen de mí que no me siento capaz de mantener enfundado en mi disfraz de carne y hueso. Mis email no eran para llegar a esto. Sólo quise compartir contigo aquello que los dos disfrutábamos. No quiero perder esa ilusión al sentarme frente al ordenador para leerte. Por favor.
Te sigo mandando besos y abrazos, para que me perdones.

Darwin B.
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20 de octubre de 2009. 13.26 horas.

Asunto: ¿Fin del gato y el ratón?

Querido Darwin
Han pasado dos años desde aquel email que captó mi atención debido a una de mis citas favoritas. Más de cien emails se almacenan en mi bandeja de entrada. No cumplimos religiosamente nuestra cita semanal pero nuestras ausencias fueron pocas. Recuerdo todos nuestros email, los ingeniosos y desconfiados del principio, los creativos, llenos de ideas para el relato, los enfadados cuando ya la cortesía no era necesaria, los afectuosos y los entrañables que también hubo, aunque no quieras reconocerlo. Pero todos incumpliendo mi petición inicial sobre darme pistas de quién eras, muy listo.
Ya han pasado dos años y sigues siendo una sombra. En tus emails te niegas a reunirte conmigo y siempre imagino algún motivo cada vez más absurdo. Ya no me convencen tus excusas, ni tus miedos. Es hora de plantar una bandera, quiero encontrarme contigo.
Ya no habrá más besos ni abrazos, ni siquiera los corteses saludos. ¿Dejamos de jugar?

Ventisca.
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20 de octubre de 2009. 13.30 horas.

Asunto: La curiosidad mató al gato.

Darwin.

Hasta la próxima desconexión.

sábado, 7 de diciembre de 2013

EXTRATERRESTRE EN LA FERIA DE MÁLAGA




Paso por debajo de arco repleto de flores que me da la bienvenida. El calor me golpea a pesar de que el sol queda cubierto por el toldo en la calle principal. Hay cientos de humanos. Las hembras llevan vestidos llenos de lunares y flores de plástico en el pelo. A muchos de los varones les quedan cortan las chaquetas. Pero los especímenes que más me interesan son los humanos más jóvenes. Van por grupos y visten camisetas iguales. El grupo en el que centro mi atención, tiene una camiseta para varones y otras para hembras.
En las de ellos pone delante: “No me mires el culo”. En la parte de atrás pone “TÓCAMELO” Me acerco y descubro que es parte de su ritual de apareamiento, y una competición. Se supone que si una hembra les toca el culo suman puntos, si lo hace un varón resta. Creo que está relacionado con el alcohol, algo sobre pagar las copas, pero no lo entiendo bien.
Las hembras llevan camisetas rojas que ponen: “Las chicas buenas van al cielo, las malas a la Feria de Málaga”. Lo que me hace suponer que no debe haber ni una buena chica en esta tierra. Las observo, pero parecen inofensivas. Me fijo en que todas llevan una pequeña muñeca vestida con lunares prendida a sus generosos escotes. Me acerco, pero tarde descubro que mi interés ha sobrepasado el límite, porque mi nariz casi toca su pecho y antes de poder retroceder resuena como un látigo en mi cara su mano. Me late donde me ha pegado. No sé qué come esta humana, pero casi hace que el globo ocular izquierdo de mi disfraz de veinteañero salga despedido calle abajo. Tengo que colocármelo con disimulo, mientras se va riendo. Las hembras no son tan inofensivas como creía- pienso mientras me restriego la zona dolorida.
Quiero integrarme así que copio una de las camisetas. En dos minutos tengo cinco puntos. Mi parte trasera está tan manoseada, que ni me doy cuenta cuando la chica del bofetón me da el sexto punto. Sus rituales de apareamiento realmente son muy extraños.
Es hora de probar su bebida. Preparan un raro mejunje. Pero lo más curioso es que lo están haciendo en un cubo para fregar. Le ponen un polvo marrón, algo que llaman lima, limón y alcohol blanco, ¡ah! Y unas hierbas que huelen bien. Vuelven a competir. Esta vez por el sabor de ese oscuro líquido. No sé como sabe aún, pero uno de los hacedores ha terminado en una fuente con agua estancada. Ha perdido. Todos meten sus manos en el cubo junto con sus vasos de plástico. Es poco higiénico, pero reconozco que el brebaje está bueno. Lo llaman mojito. No sé si es porque todos se mojan las manos para obtenerlo del cubo, o porque el que pierde va al agua. No lo sé. Me acercan un raro recipiente, al abrirlo huelo otro tipo de alcohol, y dentro hay gominolas con forma de oso. Cojo  una y la trago. Está fuerte y dulce al mismo tiempo. Los dedos se quedan pegajosos. Esa viscosidad no puedo quitármela ni metiendo las manos en el agua que se forma al derretirse los hielos de las bebidas. Es una sensación asquerosa. Me pego en todas partes, pero aún así, repito cada vez que me acercan el recipiente. Mi visión empieza a desenfocarse. Creo que es lo que llaman estar borracho. Un buen momento para acercarme a aquellos que acaban de decir que sus chistes sólo los entienden los borrachos. Al ir hacía allí tropiezo con mis propios pies y acabo tocándole el culo a uno de ellos.
-Acabas de restarme un punto- Se ríe y como venganza me hace beber una copa de un trago.
El líder, que hace un momento colgaba boca abajo agarrado al tronco de un árbol, decide que es el momento de dirigirse a un lugar al que llaman pub. Nos vamos de expedición. Hacemos una hora de cola frente al local. Entramos, pero la música taladra mis oídos. No sé cómo estos humanos lo soportan. Los recubro con una fina película y continúo.
Está abarrotado. Todos sudan, huele a alcohol, creo que es por su sudor. Alguien pasa a mi lado y dice: “Estoy sudando Cartojal” No sé que es, pero debe ser lo que huelo.
En el pub hay más grupos de humanos vestidos con similares camisetas. Puedo leer: “Si estás leyendo esto, es que aún no hay suficiente gente en este local”. Me río. Creo que empiezo a pillar los chistes de borracho.
Me llaman. He perdido la competición, y me toca invitar a las copas. Espero que acepten la visa intergaláctica. 

¡¡¡Hasta la próxima desconexión!!!!

domingo, 1 de diciembre de 2013

1 de enero de 2013





1 de enero de 2013.
El móvil sonó justo después de tragar la última uva, antes incluso de poder abrir el cava. La Guardia Civil no entiende de fiestas, pensó.
Era su primera guardia. Llevaba en el cargo apenas un mes y nunca había tenido que levantar un cadáver. No te preparan para eso en la escuela de jueces.
¡Es genial, voy a ser la primera de mi promoción en hacerlo! Estaba entusiasmada, pero debía fingir ante la policía, no quería dar la imagen de frívola. Aunque ya estaba pensando en cómo contárselo a sus amigos.
Llegó a la casa sobre las 2 de la madrugada. Era una de esas casas en las afueras, escondidas en la sierra rodeada de altos árboles. Una construcción ilegal, habría que derribarla, fue lo que se le pasó por la mente. Pero no había tiempo para pensar en eso, ahora lo importante era el cadáver.
Lo encontró tumbado bocabajo en el césped que rodeaba la casa, en el lateral derecho. Sólo vestía unos calzoncillos blancos, y las manos estaban atadas a la espalda. En la cabeza tenía una bolsa de plástico, y había vomitado en ella.
“¡Asesinato!” Fue lo primero que se le pasó por la cabeza. ¿A quién no?
“Esto se pone interesante”. Su emoción iba en aumento
Pero el forense, le indicó que no era la primera vez que veía suicidios así. Solían copiarlo de una película antigua, de la que no recordaba el nombre. Se ponían una bolsa en la cabeza y la ajustaban, después para evitar quitársela en un momento de pánico, se ataban las manos a la espalda con bridas de plástico que usa la policía, ajustándolas al tirar.
-Pudo sentir miedo al asfixiarse y acabar tirándose por la ventana- dijo el forense.
Por lo que subió a la habitación de la que supuestamente había saltado o había sido arrojado. No vio nada interesante, así que decidió revisar el resto de la casa. Llegó a la cocina.
En la nevera había una nota.
“A la hora señalada, la muerte lo festejará, en el reloj de los doce apóstoles”
-¡¿Cómo no lo ha visto la policía?!- la joven jueza estaba atónita, le parecía imposible.
La nota estaba sujeta a la nevera con un imán que decía en inglés: “Dicen que estuve en Praga pero no puedo recordarlo” Y se veía un señor vomitando cerveza.
Su Señoría no podía ocultar su sonrisa. El forense se acercó y disimuladamente, le preguntó qué le hacía gracia en aquella situación. Pensaba que, novata como era, estaba en shock.
-¿No se da cuenta? Es muy irónico. La nota, el imán de la nevera, el vómito, es un jeroglífico. Seguro que en la prueba de sangre dará positivo en alcohol. Muy posiblemente cerveza.
-¿Perdone?- preguntó el forense, mientras parpadeaba sin comprender.
Ella no contestó.
A las 4 de la madrugada firmaba el informe de lo sucedido. En la causa de la muerte sólo puso: DEFENESTRACIÓN.

NOTA: Defenestración: Tirar a alguien por la venta.
En Praga hubo varias revoluciones que acabaron con el cambio de gobierno al ser sus miembros defenestrados.
Uno de los monumentos más importante de Praga es el Reloj Astrológico. Que se abre cada hora para dejar ver a 12 apóstoles entre otras figuras.

¡Hasta la próxima desconexión!

domingo, 24 de noviembre de 2013

ERROR DE CONEXIÓN




Como cada mañana cojo el tren de cercanías, voy a trabajar. Es una bonita mañana, no tiene nada especial pero estoy de buen humor.
Me subo al tren, son cinco paradas hasta mi estación. Me pongo los auriculares y escucho la primera canción del día, vendrán muchas más.
Todo se oscurece, el día se torna noche en un segundo, salgo disparado de mi asiento y me encuentro desparramado en el suelo del vagón. Mi mano aún se aferra al móvil, no puedo verme las piernas, estoy bocabajo. Sé que parte del cuerpo de alguien ha caído sobre mí, pero es imposible saber quién es. Oigo como si estuviera bajo el agua, todo me retumba. No puedo sacar la mano izquierda de debajo de mi cuerpo. No sé qué hacer. Esta inmovilidad me está poniendo nervioso. Me cuesta respirar, sé que debo calmarme. Hiperventilo. Si sigo así me desmayaré. No quiero hacerlo, necesito dar a conocer que estoy aquí, que aún respiro.
No sé si tengo algo roto pero no siento dolor, sólo no puedo moverme. ¿Qué hago? ¿Qué ha pasado? La persona que me aprisiona no se mueve, no percibo nada en él o en ella. Eso me asusta aún más, y pido que no esté muerto.
Tengo mi móvil, sólo llamaré al 911 o a un amigo, o quizás a mi familia. No, a mi familia no. No quiero llamarlos desde aquí. Pero en realidad, no quiero hablar con un extraño.
Empiezo a tener sueño, no sé por qué me estoy durmiendo. Siento frío. No debe ser nada bueno. Necesito mandar un mensaje, llamar a alguien. No quiero dormirme, la oscuridad ahora me da miedo. No tengo cobertura,y tengo tanto sueño.
Este móvil me costó seiscientos euros, ¡¿Cómo es posible que no sirva?! Se me cierran los ojos y lo último que leo es “Conectando…”

Abro los ojos. Desorientado. Asustado. A mi alrededor tubos y pitidos que me recuerdan que estoy vivo. La policía está a mi lado, me preguntan, respondo lo poco que sé y lo mucho que recuerdo. Los sonidos retumbando en mi cabeza, el peso muerto sobre mi cuerpo, y sobre todo recuerdo mi miedo.
-          ¿Cómo me encontraron?
-          Cuando su familia se enteró del accidente llamó a emergencias, dijeron que su móvil, tenía GPS.
Se marchó, sin más. Me giré sobre un costado y lo cogí, ahora se podía leer… “Conectado”.

¡Hasta la próxima desconexión!

sábado, 26 de octubre de 2013

UN DÍA CUALQUIERA





Aquel día comenzó como cualquier otro. Tumbado sobre su costado izquierdo, se giró antes incluso, de que su móvil se iluminara y sonara aquella vieja canción, que había llegado a odiar.
Necesitaba cambiarla.
En treinta minutos estaba vestido, había desayunado y se disponía a ponerse en camino. Pero antes, debía revisar su correo personal. Durante la noche podía haber sucedido muchas cosas. También debía echar un ojo al correo del trabajo, sólo por si acaso. Además necesitaba con urgencia abrir su facebook, su twitter, su instagram, el perfil de su blog y el de su foro, revisar los periódicos y por supuesto, la agenda y las notificaciones y recordatorios para el día que avecinaba.
Cuando se dio cuenta, llevaba más de cuarenta minutos de retraso. Iba a perder el tren y lo peor de todo, la batería del teléfono ya iba por el cincuenta por ciento.
Cada vez se consumía antes, no podía explicarse por qué.
Salió corriendo. Por las escaleras se cruzó con varios vecinos, no los saludó. En fin, apenas los conocía.
En su trayecto a la estación revisó de nuevo los tweets más recientes y contestó un par de ellos. Sus amigos virtuales siempre estaban allí para escucharle, y si deseaba estar solo, con ignorar el móvil o silenciarlo, todo solucionado.
Llegó a la estación, compró el billete y casi voló para alcanzar el último vagón, antes de que el tren iniciara su marcha.
Un minuto, tal vez menos, tardó en descubrir que el teléfono móvil no estaba en su mano. Debió dejarlo caer antes de subir al tren. O tal vez en la taquilla.
De pronto en su cabeza surgieron miles de imágenes: tweets no contestados, recordatorios de citas que ya no recordaba, emails, actualizaciones de estado, el facebook…
Ni siquiera notó cuando su mano aferró el freno de emergencia del tren. Con el ímpetu de su corazón latiendo en sus sienes, abrió la puerta del vagón, sin reparar en que éste aún no se había detenido y saltó. La velocidad era mayor de lo que se apreciaba y cayó con fuerza contra el suelo, golpeándose la cabeza.
Todo se volvió negro, como si su batería se hubiera quedado a cero.
Aquel día nadie lo extrañó.

Hasta la próxima desconexión!!