Todo
el mundo conoce el “Cuento de la Bella
Durmiente ”, pero nadie conoce la historia de Aurora, la chica
de dieciséis años que debía permanecer dormida hasta que el príncipe la
despertara. Hoy conoceréis la verdad sobre las pesadillas de Aurora.
Cuando la princesa se pinchó con aquel
huso no cayó en un profundo y placentero sueño, como su apariencia podría
hacernos creer. La maldición no consistía en que ella durmiera durante el resto
de su vida, no. El verdadero castigo vino justo cuando cerró los ojos.
Estaba
en su habitación, tumbada sobre la cama. Era bastante extraño, porque no
recordaba que las paredes fueran tan oscuras, ni que todas las velas estuvieran
consumidas. Sin el sol entrando por la ventana y sin la luz de los candelabros
el aspecto de su cuarto era bastante tétrico. Salió despacio, no se oía nada;
en un castillo tan grande, siempre había algún ruido aunque fuera el de los
sirvientes corriendo por los pasillos. Era muy inquietante que solo pudiera
escuchar cómo el bajo de su vestido rozaba la costosa alfombra. Sin saber por
qué, no se atrevió a alzar la voz para llamar a sus sirvientes, ni a sus padres.
Algo estaba pasando. ¿Los habrían asaltado? Ideas incoherentes se agolpaban en
su cabeza y las iba descartando una a una sin poder encontrar una explicación
que la convenciera.
Una
voz susurrante, que arrastraba las palabras resonó en sus oídos: ―Auroooooraaaaaaa.
Voy a por tiiiiiii. Bienvenida a mi pesadillaaaaaaaa. Salió corriendo
agarrándose con ambas manos la cabeza intentando hacer que parara mientras un
afilado sonido de cuchillas chirriaba a su paso. “¿Quién era? ¿Qué quería?”
Bajó las escaleras hasta llegar al gran salón, tampoco había nadie allí.
―Aurora,
no hay escapatoria, no huyas, no tienes donde ir,
―¡Cállate!
―gritó sin saber a quién― Este es mi castillo, sal de aquí o mis soldados
acabarán contigo―. Una carcajada sin humor atravesó el aire del salón:
―Querida,
este ya no es tu castillo. Puede que se le parezca, pero este… este es mi
mundo. El mundo de las pesadillas, y en él pocos sobreviven. ¿Quieres jugar?
―No.
No quiero jugar.
―Jugarás,
créeme ―susurró.
Aurora
no podía creer lo que estaba pasando, hablaba sola en medio del salón;“¿Se
estaba volviendo loca? Aquello no podía ser real”.
―Es
muy real, Aurora ―y volvió a resonar aquella carcajada. “¿Sabía lo que estaba
pensando?”. La princesa giraba sobre si misma intentando averiguar de dónde
venía aquella voz.
―Da
la cara ―gritó― No te tengo miedo.
―Lo
tendrás ―susurró―. Tus deseos son órdenes para mí.
La
joven princesa fijó su vista en la puerta del salón y aguardó. Sintió una fría
respiración sobre su hombro derecho, “No puede ser, no había nadie aquí” algo
frío subía por su espalda rasgándole el vestido, sintió como un hilo de sangre
resbalaba por su costado, pero era incapaz de moverse, el miedo y la sorpresa
la tenían paralizada. Giró el rostro muy despacio y por el rabillo del ojo miró
su hombro, sobre el que apareció una mano de metal que en lugar de dedos
terminaba en unas afiladas cuchillas.
―¿Quién
eres?
―Mi
nombre es Freddy, milady ―respondió con sorna, mientras la obligaba a girarse y
mirar su rostro quemado.
Aurora
se tapó la boca con las manos intentando apaciguar el grito que desgarró sus
cuerdas vocales y salió corriendo del salón, mientras escuchaba la voz de
Freddy:
―Corre,
Aurora, corre, será más divertido.
La
joven, despavorida, intentó salir del palacio pero la puerta principal estaba
atrancada. Escuchó el sonido de las cuchillas rechinar sobre la pared, cada vez
estaba más cerca. Oyó un sonido metálico y en el último segundo se apartó dando
un salto antes de que el hacha, que portaba la armadura que guardaba la entrada,
la cortara en dos. Voló hacia su habitación y cerró la puerta, no podía
escapar, él tenía razón, aquello era una pesadilla.
―Eso
es. Una pesadilla. Necesito despertar.
Se
abofeteó por si eso la despertaba, pero lo único que consiguió fue que le
ardieran las mejillas. “Estúpida, nadie se despierta de un sueño así, aunque
eso de que: si es un sueño no duele, es falso”, pensó.
―Eso
es porque no es un sueño, princesa ―le contestó mientras giraba el pomo de la
puerta como si nunca hubiera estado cerrado. Aurora volvió a cerrarla y él rió
a mandíbula suelta. “Pequeña y tonta princesa”.
―Va
a ser una pena acabar contigo, eres tan simple que me haces mucha gracia.
La
joven se había apresurado a empujar el armario contra la puerta para evitar que
entrara, pero a la vez se iba acorralando más y más.
Sintió
un suave roce en la pierna cuando las sábanas de raso la apresaron, la elevaron
y la hicieron aterrizar sobre el colchón aferrándole muñecas y tobillos al
cabecero y a las patas de la cama. Aurora gritó, pero de nuevo fue silenciada
al introducirse las sábanas en su boca haciéndole difícil el respirar. Unas
manos negras, llenas de llagas supurantes, surgieron de debajo de su cuerpo y
ascendieron lentamente por sus piernas hasta posarse en su cuello. Lo aferraron
con fuerza y el paso del aire fue totalmente cortado. Luces rojas aparecieron
ante ella, premonitorias del final, pero entonces, un grito de Freddy atravesó
la noche, como un trueno en medio de la tormenta y el aire volvió a circular
por su garganta hasta llegar a los pulmones…
Se incorporó intentando gritar, pero
su garganta estaba tan dañada que no pudo, y fue cuando lo vio, inclinado sobre
ella, el príncipe. Por puro instinto se lanzó a sus brazos. Al fin había
despertado.
Ahora conocéis lo que jamás fue
contado. Así logró, la bella princesa, ser recordada. El cuento terminaba: "vivieron
felices y comieron perdices", pero nada se dijo de dormir.
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Feliz Noche de Halloween.
Hasta la próxima desconexión.